Entiendo el crecimiento personal como el camino que nos permite momentos de excelencia a nuestra vida, que nos permite ser capaces de producir resultados altamente efectivos, de manera satisfactoria y sostenible en cualquier ámbito.
La excelencia está en las cosas cotidianas y al alcance de cualquiera que esté dispuesto a comprometerse con ella. Actuar con excelencia es , como opinaba Aristóteles, ser capaz de enfadarse en el grado y momentos oportunos y con la persona adecuada. Un comportamiento de excelencia es el que me permite centrarme en lo importante en mi relación con una persona, detenerme en el momento justo en el que una discusión puede tornarse violenta en las palabras y en los modos y preguntarme qué es lo que realmente quiero de esa relación. Actuar con excelencia es no desviarme de mi objetivo número uno, de mi propósito con mayúsculas, saber qué es lo importante cuando tengo una discusión con mi hijo, hacer que vea quien manda o educarle; actuar con excelencia es dar el 120% cuando trabajo dentro de un equipo; supone ser consciente de quién soy y cuál es mi impacto en todo momento; actuar de manera excelente es no permitirme el victimismo, no instalarme en la complacencia para evitar el rechazo, no apagar mi voz interior.
Creo que hay, al menos, cinco situaciones que podemos considerar enemigas del crecimiento y que son realmente poderosas porque en muchos de los casos no somos conscientes de su presencia y de que son la auténtica barrera que nos impide avanzar hacia la excelencia.
El primer enemigo es el “el miedo a lo nuevo”. Crecer lleva implícita la novedad. Hacer cosas nuevas supone un cambio y , en muchas ocasiones, el cambio lleva implícito una situación incómoda que nuestro propio cerebro, automáticamente y con su mejor voluntad, se encarga de reducir “convenciéndonos razonablemente” de lo poco necesario que ese cambio es en nuestra vida. Total, ya hemos aprendido lo suficiente y nuestro tiempo y esfuerzo nos ha llevado como para tener que comenzar de nuevo a sentirnos torpes y a volver a ser “aprendices”. Hacer algo nuevo supone situarse fuera de la tan famosa zona de confort y esa es para muchas personas una situación suficientemente “amenazante” que provoca una reacción de rechazo.
Sin embargo, es en la “novedad”, en la vivencia de nuevas experiencias, en hacer algo por primera vez y en su práctica continua, donde se produce el aprendizaje de calidad, donde nuestro cerebro es capaz de “recablear” y crear nuevas conexiones neuronales que, en última instancia, hacen que el cambio se produzca de manera real y sostenible.
El segundo enemigo del crecimiento es “dar las cosas por supuestas”. No tener claro la diferencia entre lo que realmente conozco y lo que no conozco aunque crea que sí, tiene un impacto tremendamente negativo en el aprendizaje. Observar con los mismos ojos de siempre nos lleva a quedarnos estancados. He conocido a muchas personas que creen saber lo que no saben, bien porque ya han oído hablar de ello, bien porque creen que hay cosas sobre las que ya se sabe todo. Sin embargo, probablemente hayas experimentado la sensación de releer un libro o volver a ver una película y sorprenderte descubriendo nuevas cosas; esto también se puede experimentar al asistir a un mismo curso, por ejemplo; y es que el libro, la película, el curso pueden ser los mismos pero no sucede así con la persona que lee, que ve o que asiste al curso, esa persona no es la misma en cada momento.
El “no aceptar que el fracaso es parte del proceso” cuando hacemos nuevas cosas, cuando estamos apostando por nuestro desarrollo, es el tercer enemigo del crecimiento o del camino hacia la excelencia. La relación que mantengamos con el fracaso terminará nuestro éxito en todo lo que hagamos. Admitir que fallaremos y que es parte del aprendizaje es esencial para crecer.
Vivimos preocupados por cómo se supone que deben de ser las cosas, qué se supone que debo haber conseguido a determinada edad, qué se espera que tenga en determinados momentos de la vida porque es lo que se ha de tener. Dar prioridad a los “debería de ser” limita la posibilidad de crecer, de encaminarse hacia la excelencia, ya que esta suele requerir salirse de lo convencional, dejar de cumplir con las expectativas de otros, e incluso supone tener que “desculturalizarse”.
Por último, mi favorito: cuántas veces he escuchado a personas de todas las edades, pero he de reconocer que a partir de los cuarenta parece que uno se siente con licencia para decirlo, “es que yo soy así, y a estas alturas nadie me va a cambiar”. Genial!, ya está, no hay nada más que hacer, ya está todo aprendido, good bye. Considerarse un “producto acabado” es el quinto y posiblemente el más dañino de todos los enemigos en el camino hacia la excelencia, ya que afecta directamente a la identidad, ¿y quién se atreve a dejar de ser?, realmente da miedo.
En esto del crecimiento hay algo que marca la diferencia y es la mentalidad de cada uno: quien piensa que le talento es innato, que uno nace con unas habilidades determinadas, que uno es “como es”, bueno para unas cosas y malo para otras, difícilmente va a a aceptar recorrer ese camino fuera de su zona de confort, camino plagado de errores y aprendizajes, de esfuerzo y vulnerabilidad. Sin embargo, quien adopta una mentalidad de crecimiento, una mentalidad que admite que el talento se puede desarrollar, que el esfuerzo es un aliado y que el error es un maestro, estará dispuesto a experimentar lo nuevo y a permitirse “aprender”.
Todos tenemos una mezcla de ambas mentalidades (fixed mindset & growht minset- Carol Dweck), y lo importante aquí es ser consciente de que situaciones activan en mí una mentalidad u otra.
Si eres de los que se quiere dar una oportunidad a la excelencia, recuerda estos cinco impostores que aparecerán en tu camino y, sobre todo, ten presente que la clave para vencerlos está en ser consciente de ellos cuando aparecen, en identificarlos y en, desde ese estar consciente, tomar la elección de ser excelente, y proseguir el camino. La excelencia es un hábito y cada uno de los actos que te llevan a construirlo provienen de una forma de pensar y esta se puede elegir. Sí, has leído bien, pensar como piensas es tu elección. Así que, tu eliges.
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